16 de Septiembre: Día Nacional de la Juventud

Los años ´70 fueron años de retos, transgresiones, experimentación, compromisos entusiastas, sensibilidad social, expectativas de cambios radicales en las relaciones sociales e institucionales, de censuras e irrupciones. Años cargados de tensiones, matices y contradicciones. No se trata de encarar la lectura de aquella época desde la nostalgia o el mito, sino más bien de indagar lo que tiene para decirnos hoy y cómo podemos interpretarla.

Desde el Programa “Educación, DDHH y Memoria Colectiva” proponemos contextualizar la aparición de los jóvenes en la escena política y su activa participación que caracterizó la década de los ´60 y de los ´70; período en el que transcurrió la militancia de muchos estudiantes secundarios y algunos de los cuales pasaron a la historia por el hecho conocido como “La Noche de los lápices”, o en nuestra provincia “La noche del mimeógrafo”. 

En aquella etapa que tuvo como final una bestial e inédita violencia ejecutada desde el mismo Estado, la participación de los jóvenes estaba centrada en el rechazo al orden imperante. En las filas de ese nuevo actor social llamado juventud; adolescentes de 13, 15, 18 y 20 años vivieron entre dictaduras y durante el breve periodo democrático las experiencias de la lucha, del conflicto por el derecho a la libertad de expresión y de circulación, de las representaciones gremiales, estudiantiles y políticas; defendieron sus preferencias y producciones estéticas e imaginaron un mundo bien diferente al existente en aquel momento (Korinfeld, 2008, pág. 24). En otras palabras, podríamos decir que pretendían dar lugar a un proyecto político popular generacional(Casullo, 2001)

¿Qué recordamos cada 16 de septiembre?, ¿qué debates habilita?… un debate acerca del pasado reciente, pero… ¿Qué pasado? ¿Cuál colegio?, es decir, ¿cuál de todos? ¿El Colegio de la Patria? ¿Un colegio más? ¿El colegio de Juvenilia? ¿El colegio baluarte antiperonista? ¿El colegio de la UES? ¿El colegio-cuna-de-la-subversión?. El colegio fue muchos colegios distintos y cada uno fue marcado por su época” (Garaño y Pertot, 2008, p. 19, texto sobre la represión en el Colegio Nacional Buenos Aires )

A la desaparición y secuestro de estudiantes y docentes la acompañó la expulsión de maestros y profesores, el control de los contenidos, la prohibición de libros, el control de las actividades de los alumnos, padres y docentes, y la regulación de los comportamientos visibles (ropa, cortes de pelo, etc.) que se extendieron a lo largo de todo el período. El sistema educativo representaba uno de los cuerpos más numerosos de la administración pública nacional. Además, en los años anteriores al golpe, las instituciones educativas habían sido escenario de procesos de radicalización política, creciente presencia sindical y habían experimentado distintas iniciativas de apertura de la participación de los actores escolares. Mediante una resolución ministerial dictada en 1973, se autorizaba a los alumnos a designar delegados y a participar en la conducción escolar. Al año siguiente, otra resolución reconocía y promovía la actividad de los centros de estudiantes (Tedesco, 1983: 62)

El Terrorismo de estado (1976/83) con su característica represiva que introdujo la economía neoliberal, logró vigilar, castigar, disciplinar en el campo social y particularmente en el educativo. En aquel panorama la represión en escuelas y universidades fue muy dura, y apuntó a terminar con el alto nivel de participación política de los jóvenes en los centros de estudiantes y en las agrupaciones políticas. En un claro proceso de construcción de la Memoria Colectiva, escuelas secundarias de nuestra provincia y del país exponen hoy, placas conmemorativas de sus alumnos desaparecidos.

Ver más: http://www.aprender.entrerios.edu.ar/recursos/juventud-y-militancia-proyecto-politico-popular-generacional.htm




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