Imaginemos un mundo donde no haya nadie a quien preguntar lo que no se sabe. Sin un tutorial en youtube, ni internet para encargar un repuesto. Un gran “cuesta arriba” para el conocimiento, donde solo llegan a la cima, los que están convencidos de lo que quieren. Esta es la historia de uno de esos hombres.
Los Radioaficionados, una especie en extinción
Eduardo Bavestrello estudió en la prestigiosa Escuela Nacional de Educación Técnica de Victoria, de la que egresó en 1968. Como tantos adolescentes de la época leían con pasión las revistas de historietas, aliento de la imaginación y fuente de entretenimiento. Entre las páginas de “Intervalo”, “Nippur” y “El Tony”, las publicidades de los cursos del Instituto interamericano, lo atraparon con la consigna “aprenda a ser técnico en radio y televisión”. Los cursos por correo eran muy comunes, y muchos de ellos muy prestigiosos. Así Eduardo mientras terminaba la secundaria completó su curso por correo, y con esa base, y el apoyo económico de su familia continuó su formación en electrónica en las Escuelas Iade en Rosario.
Eran épocas donde todo estaba por hacer. Los circuitos, las bobinas, las lámparas comenzaron a ser parte de su mundo de radioaficionado, red muy fuerte y pionera en la Argentina, que hasta 1985 tenía registrada 35 mil licencias, 35 correspondían a victorienses. En la actualidad solo 7 mil
se encuentran en servicio, y Bavestrello posee una de las dos licencias locales existentes (a Ricardo Balbi pertenece la otra). “En aquellos años la red de radioaficionados era muy importante….Imaginemos que no existía el telediscado y para comunicarse por teléfono de larga distancia había que pedir una conferencia, que la mayoría de las veces no se conseguía ni en el día”.
Todo artesanal
No era fácil ser un “bicho” de la electrónica a principios de los 70. “Conseguir repuestos era un suplicio. Significaba perder dos días en Buenos Aires, o un día entero en Rosario, sin la seguridad de encontrar lo que necesitábamos. Entonces desarmábamos radios viejas o lo que encontrábamos para conseguir los repuestos”, recuerda el técnico que recorrió todo el camino de la electrónica, desde lo valvular, hasta los transistores, pasando por los integrados, y hasta los micro procesadores.
Hoy la tecnología avanza a pasos que no se pueden asimilar, y no terminamos de aprender a dominar algo, cuando ya apareció lo nuevo. Lo que el año pasado era de “última generación”, hoy es obsoleto y las máquinas hay que desecharlas aunque no tengan uso. Con los equipos de comunicaciones pasa lo mismo y se siguen produciendo equipos para un mercado. Sin embargo, así como no es lo mismo un cinto de cuero industrial, que uno trabajado artesanalmente, también están los que en la radioafición disfrutan de hacer los equipos con sus propias manos. Bavestrello es uno de estos artesanos. “Tengo equipos nuevos pero prácticamente no los uso. Me gusta experimentar, y por ejemplo volvía a armar equipos a válvula, volviendo 40 años atrás en la tecnología. No me gusta esta carrera por tener siempre lo último. Disfruto de gastar mi tiempo en armar los chasis, hacer las bobinas, y lograr comunicarme como si tuviera lo último de lo último”.
Gentilmente, Bavestrello nos invitó a conocer “su cueva” donde despunta el vicio, gracias a la comprensión de su familia, y especialmente de su mujer , Ángela. Allí el tiempo parece haberse detenido. En una vieja radio de estanciera se escucha “a la perfección” Lt39. Un transmisor a medio construir, dice Bavestrello que tendrá más potencia que el primer transmisor de la radio de la ciudad; un sintonizador de frecuencia histórico, encuentra una voz amiga que nos saluda desde algún lugar de Buenos Aires a pedido de su colega, y se nota la satisfacción en la voz al toparse de de este lado con algo que ya es difícil de encontrar.
De la radioafición a la Radiodifusión
Lt 39 salió al aire por primera vez el 2 de septiembre de 1972, y Eduardo Bavestrello tuvo mucho que ver con los inicios de la radiodifusión local. “Mi relación con Guido Anghilante, fundador de la radio, nació por curiosidad. Guillermo Brasessco que también era radioaficionado y le gustaba la electrónica, me invitó a ir a curiosear un tanque (bovina grande) que tenía la radio y no recuerdo en qué momento quedé de encardo técnico de la emisora, porque los equipos básicamente era similares a los que usábamos nosotros pero más grande”. La radio comenzó a funcionar con un equipo de 250 Watt de marca Teleterm, adquirido a la empresa “Conciliero y Barberi”, recuerda el técnico, y tenía un alcance de unos 100 kilómetros, saliendo por la frecuencia del 1480 kilohertz. La amplitud modulada, pasaría luego a la frecuencia de 1520, para ubicarse finalmente en el 980 de la actualidad.
Bavestrello sinónimo de televisores
Con más de 40 años trabajando con televisores, y agente oficial Philips, su nombre se asocia enseguida con “la caja boba”. Todavía varios armatostes, de clientes que no se resignan a las pantallas led, y los Smart tv, esperan en fila la mano de Bavestrello para volver a funcionar. “A veces me pregunto para qué agarré estos trabajos, pero me vuelvo a sentar en mi taller y los arreglo”, dice resignado, sabiendo que después de tantos años, aunque se tiene derecho a decir no, muchas veces “no se puede”. Si no los arregla él, ¿a quién se los van a llevar?. Tal vez sospecha, que muchos de esos clientes, como él, se relacionan con el aparato. La “cosa” tiene una historia, que el equipo nuevo, que exige la sociedad de consumo, no va a tener.
Eduardo Bavestrello es el ejemplo de una generación formada en la cultura del trabajo, un apasionado que soñó con ser lo que es, y forjó su destino, aprendiendo a disfrutar de lo que no es fácil, a sospechar de lo que esta “servido en bandeja”, y convencido que la vida es mucho más rica si se construye con nuestras propias manos.
Breve historia de la radioafición en la Argentina
Los radioaficionados existieron en Argentina desde 1910. Cuando Marconi llega a la Argentina y se comunica con Canadá e Irlanda, tres años más tarde, se entrega la primera licencia de radioaficionado al ingeniero Teodoro Bellocq que le habilitaba como radioaficionado civil. El 12 de julio de 1917, Hipólito Yrigoyen dicta el primer decreto de control oficial de radiofonía, obligando a todo aquel que usara frecuencias a registrarse en el ministerio del Interior y de Marina. Con el tiempo la Radioafición se iría diferenciando de la Radiodifusión. La llegada del telediscado en la década del 80 comenzó a limitar de utilidad del servicio, y el 26 de abril de 1991, el decreto 738, firmado por el entonces presidente Carlos Menem –reconocido radioaficionado-daría un golpe fatal a la actividad al cerrar la Red de Emergencia Nacional de Radioaficionados, allanando el camino a las multinacionales empresas telefónicas.
(la nota completa en La Semana)
RESUMEN DEPORTIVO