Vidas en Victoria, hoy Carlos Rizzi

Sentado en su mítico local de la esquina de calle Yrigoyen y Suipacha, Don Carlos Rizzi comienza su relato con cinco palabras, “ todo esto es una vida”…..

16 de septiembre, no es cualquier fecha para “los Rizzi

Aquel 16 de septiembre de 1946…….“un 16 de septiembre de 1946 mi papá, Carlos Adelio Rizzi compró este local,  que era de Passadore,  por ese entonces  mi padre tenía junto a su hijo Hugo,  de su primer matrimonio  otro local,  la entonces Confitería Tupí  Nambá  y  después de  un arreglo entre ellos,  Hugo se quedó en la confitería  del centro”,  es decir esa emblemática esquina victoriense que también refiere a la familia Rizzi y su legado.

Aquel 16 de septiembre de 1978…….” un 16 de septiembre de 1978  iniciamos el comedor, con algunas modificaciones,  pero fue el inicio de todo esto que es hoy”.

 

Un comienzo, con éxito anunciado

Los hermamos Rizzi en pleno, ya con Don  Carlos Adelio enviudado de su primer matrimonio, se pusieron en marcha para trabajar , pero sucedió que a los dos años, más exactamente un 3 de junio de  1948  Carlos Adelio sufrió un acv ,  que terminó con su vida, viéndose así los hermanos forzados a forjarse un camino propio, pero con el ímpetu de progreso que les dejó su padre.

Carlos aclaró que su padre del primer matrimonio tuvo cuatro hijos,  quedando con el tiempo dos acá en la Argentina y los otros dos transcurrieron  sus vidas en el viejo continente.  Del segundo matrimonio nacieron  Luis Alberto, José Ludovico,  Emo Glauco,  Dina mirta y él,  pero en la actualidad sólo quedan  Dina Mirta y Carlos.

“Así fue nuestro principio, ya que al quedarnos con  ésto, que antiguamente era un corralón de caballos,  era todo tierra, prácticamente no había construcción, sólo  hacíamos algo de comer y  teníamos cuatro piecitas”,  relató entre nostalgioso y cayendo a la cuenta del capital que forjaron en todas estas décadas.

“Después empezamos a trabajar, hicimos luego el patio comedor y empezamos a trabajar muy bien y agregamos  cuatro habitaciones cerrando el patio comedor, en aquella época  era el único restaurant grande,  si bien el otro que había en la ciudad  era el del  Hotel Reggiardo,  que era de Poto y Manco Reggiardo”.

 

 

Botteri, Anghilante y  LT39 RADIO VICTORIA, mucho más que una amistad

Don Miguel Botteri y Don Guido Anghilante con LT39 RADIO VICTORIA a la cabeza, fueron  nombres que acompañaron y sostuvieron desde los albores este comedor-hotel victoriense.

“En este local se hizo la fiesta inauguración de la radio LT39, allá por 1972, Guido Anghilante era muy amigo nuestro, casi nos criamos al lado, teníamos propaganda en la emisora, Guido fue un entrañable amigo, muy personal”, haciendo mención también en su relato,  el nombre de Don Miguel Botteri padre,  “fuimos haciendo la otra parte lateral de seis habitaciones  y la planta baja,  luego la techamos e hicimos la parte de arriba, siempre dirigidos y acompañados por Miguelito Botteri, quien arregló todos los planos,  dirigió y corrigió la obra, dándonos material para poder empezar a trabajar”.

Refugio de los “hacedores” de nuestro Puente

Sin lugar a dudas el gran apogeo, así lo determinó Carlos en su relato, fue cuando estuvieron los holandeses, recordada como promisoria para ellos,  ya que alquilaron el hotel por el lapso de tres años, si bien terminaron su misión en dos años.

“Los holandeses pagaron una cifra muy grande, vinieron por tres años para hacer el puente y lo hicieron en menos de dos años, cerraron todo el hotel y lo pagaron ellos, el comedor chico se hizo especialmente para ellos, en principio los holandeses no nos daban mucho artículo,  pero la vida los llevó a tener una reina argentina”, dijo entre sonrisas cómplices.

El presente de este comedor-hotel de pura cepa victoriense

Según Don Carlos hoy día el comedor y hotel funciona con total normalidad, a un ritmo estable, con algunos altibajos, moviéndose con más fuerza en los fines de semana largos y decayendo en los días de semana; por lo cual ellos alquilan su servicio de catering en la provincia, a modo de paliar esos vaivenes económicos.

Este hombre cuyo apellido “Rizzi” es un ícono para éste nuestro pueblo, al despedirse nos dejó estas palabras con las que empezò,  “este comedor es para mí  toda una vida, toda mi vida, aquí  nos quedamos, aquí  educamos a  nuestros hijos y nietos, algunos fueron alto,  otros no tanto y otros trabajan con nosotros,  pero repito es UNA VIDA”.

 




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