Desde que fue donado al museo, la restauración del auto de Pedro Radío es una idea fija para todos los que han estado al frente a la institución. Es que el Buick 1949, donado por la Asociación Amigos del Museo en 1991, es uno de los tesoros preciados, pero también de los más complicados para su exhibición. Su dimensión y la falta de recursos para ponerlo en condiciones hace que este histórico vehículo permanezca guardado en un rincón del garaje del museo.
El Buick regresa a casa
El vehículo, que se encontraba en un concesionara de Nogoyá, escapó de convertirse en chatarra gracias a la voluntad del propietario del negocio, el victoriense Alfredo Traverso que fue facilitador del proceso de compra de la Asociación Amigos del Museo, que posteriormente lo donó. La máquina es un Buick 1949, modelo rural, carrozado en Canadá, con motor de ocho cilindros en línea, y bandas laterales de madera.
El encuentro
En el Museo, La Semana logró reunir al rodado con uno de los mecánicos que lo atendió en la década del 50, cuando Radío regreso a Victoria tras su paso como embajador en España. Osbaldo Cruz, más conocido como “Pocho”, es uno de los propietarios del Taller Cruz Hermanos que fundó junto a Oscar Cruz, y que hoy junto al hijo de este último, todavía cuenta con una amplia clientela en calle Piaggio. “Este vehículo fue el primero que vi con botadores hidráulicos. Hasta entonces esta piezas debían ser reguladas manualmente, pero este sistema era innovador para la época y nos desconcertó totalmente cuando tuvimos que repararlo”, recuerda Pocho, que en 1955 trabajaba para la concesionaria Ford, para la firma “Seco-Fontana y Rossi”. Con 17 años, había ingresado a la empresa con 14, en épocas donde era otro el concepto de “Trabajo infantil”. Las tareas estaban reglamentadas para estos chicos, que aprendían un oficio y se capacitaban. Estaban “en blanco”, y si bien no recibían aportes jubilatorios, ni se les pagaba “en mano”, contaban con una caja de ahorro donde la empresa les depositaba su salario que administraban los padres.
Mas recuerdos
Recuerda Cruz que el vehículo, gris metalizado, lo trajo Radío tras su paso por Europa, y solo le hacía sombra el Chrysler negro de su secretario, un ingeniero de apellido Catáneo que acompañó al político en su paso por la carrera diplomática y en el regreso a Victoria. Ambos trajeron sus monumentales autos. Catáneo vivía en una de las casonas frente al Policlínico y tuvo una participación activa en la comunidad.
Radío adoraba su vehículo, aunque no lo manejaba. Contaba con dos choferes de apellido Vives y Ramírez, que se encargaban de que la máquina nunca dejara a pie a su propietario. El vehículo luego pasaría a mano de la hija de Radío y su marido de apellido Rondot.
¿Y cómo se hacía para conseguir los repuestos?
”Eran épocas donde las cosas se hacían para durar”, dice Cruz y nos parece que habla de otro mundo. “Las piezas se reparaban, o se recurría a un oficial tornero…Igualmente la mecánica era sencilla y principalmente lo que requería era mantenimiento”.
Ni bien se topó con el auto, Cruz reza a modo de oración una serie de números de memoria: 1-5-4-8-6-3-7-2…Todavía recuerda el orden de encendidos de los pistones del motor, dato fundamental para ponerlo en marcha.
Particularidades
Cuenta con caja de 3 marchas, pero eran suficientes para empujar el vehículo que podía alcanzar en ruta la escalofriante velocidad de 180 kilómetros por hora; como los autos de la época la carrocería estaba separada del chasis – no compacto como los autos de ahora – lo que le daba al andar una característica que solo pueden explicar los que han manejado alguno de éstos cuando eran nuevos (como si te mecieran, o si marcharan sobre un colchón de aire); la antena de la radio se debía orientar manualmente desde dentro, por una perrilla, para encontrar la señal, y los limpiaparabrisas no funcionaban eléctricamente, sino a través de un sistema de aspiración de aire (cuando el motor aceleraba las paletas funcionaban más rápido).
La restauración una aspiración de todos
El coordinador de Cultura a cargo del museo Anadón, Claudio V. González, precisó que sin dudas el Buick de Pedro Radío es una de las joyas del museo, un aporte importantísimo que dejó la anterior Asociación de Amigos del Museo, y que esperan poder restaurar de manera que pueda ser exhibido como parte de la muestra estable, e incluso poder hacerlo participar de muestras en nuestra ciudad, para lo que ya hay un ofrecimiento de un particular para ponerlo en condiciones de uso.
“Alejandro Ruiz Díaz, quien anteriormente restauró como hobby personal varios autos de la línea Dodge, ofreció al museo reparar toda la parte del motor. Incluso estuvimos hablando con Nicolás Ravicini, que tiene una empresa de limpieza de autos y restauración de pinturas, sobre cómo recuperar la pintura y otros elementos como el tablero, las luces, las maderas… una tarea esperamos poder encarar más adelante. La gente del Club del Chevrolet también se mostró dispuesta a colaborar e interesada de que en alguno de los próximos encuentros de Chevrolets que se hagan en Victoria se pueda contar con el Buick, pero no queremos apurarnos porque también esto se realiza a partir de la suma de colaboraciones voluntarias. Por el momento Ruiz Díaz tomó nota de las piezas que faltan, con la intención de buscarlas para hacer una primera prueba del motor. Desde el museo la idea es que así como las distintas salas representan diferentes actividades del quehacer hogareño, el espacio en el que hoy está el auto pueda ser presentado como un garaje con herramientas mecánicas, eléctricas, de jardín de distintas épocas, como llaves, pinzas, tenazas… elementos que también forman parte de la vida cotidiana, pero es un camino que estamos comenzando a recorrer paso a paso, entre otros, como por ejemplo la digitalización, para lo cual ya comenzamos a reunir fotos de las muestras que se han hecho este año, y en los próximos días estaremos escaneando fotos de muestras de las más diversas épocas del museo, para comenzar a trabajar sobre una página de Facebook como primera etapa de la digitalización. De la misma manera, una de las prioridades a corto plazo es la restauración de la fuente, para lo que ya hemos hablado con Raúl González, que tuvo a su cargo la restauración de Aránzazu y el palacio municipal, y que después de ver la fuente nos ofreció acercarnos un proyecto en ese sentido… todo esto siguiendo con un régimen de muestras alegóricas a fechas, personalidades y actores de la cultura victoriense” comentó el responsable del museo Anadón.
¿Puede repararse?
Si bien la mirada de los mecánicos Osbaldo y Leonardo Cruz fue superficial, son optimistas que el rodador pude volver a funcionar. “El motor tiene la mayoría de las piezas, y la chapa está en buen estado. También tiene los detalles de marca que son valiosísimos y muy difíciles de conseguir. Tal vez lo más complicado sean las partes que faltan de la parrilla delantera que es de antimonio, un material difícil de soldar y que debería ser reemplazado por hierro o aluminio”. El tapizado y los moldes de madera pueden reconstruirse de la mano de buenos artesanos.
Siempre hay urgencias económicas que impiden destinar recursos para trabajos como el que exige la restauración del auto, por lo que, por ahora, el auto de Radío esta lejos de “rugir”. Igualmente, viejo y todo, es un testimonio de una época de “derroche”. Todo en él es grande, fuerte, de calidad, “digno”. Tal vez por eso el paso del tiempo lo detiene, pero no lo sumerge en el olvido, y como su dueño cuando más pasa los años, más se acrecienta sus valores.
Pedro Radio
Nacido en Paraná el 27 de marzo de 1894. Hijo de don Pedro Radío y de doña Josefa Albariño. Cursó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal y los de medicina en la facultad de Medicina de la universidad de Buenos Aires. Ejerció la profesión en sus inicios en el Hospital “Ramos Mejía” de la ciudad de Buenos Aires.
Llegó a la ciudad de Victoria siendo médico y muy joven, en 1919. Instaló su consultorio en la vivienda de calle Maipú casi esquina Yrigiyen, local donde actualmente funciona la Escuela de Artes Visuales. Con los años, se transformaría en el principal forjador del progreso de la ciudad de las siete colinas. Fue médico del hospital local, colaborando ampliamente con la Sociedad de Beneficencia.
Inició su carrera política en el Partido Demócrata Nacional de Entre Ríos, siendo uno de sus dirigentes de mayor predicamento. Fue electo Diputado Nacional por Entre Ríos durante tres períodos consecutivos: 1932-36, 1936-40 y 1940-43. En tres oportunidades fue postulante a Gobernador de la provincia, encabezando las fórmulas en las cuales lo acompañaron sucesivamente Medina, Morán y Maxil.
Entre las muchas obras que Victoria le debe a Radío, completó la ejecución del edificio de la Escuela Normal. Creó el Hogar de Ancianos, dotándolo de un confortable edificio. El Pabellón de Niños del Hospital lleva el nombre de su hijo Juan Carlos, fallecido a los 16 años en un accidente de tránsito en la ciudad de Buenos Aires. Construyó el edificio de la Escuela Técnica que hoy lleva su nombre. Remodeló y pavimentó el puerto, construyó el edificio de la Prefectura, la Avenida Costanera (también lleva su nombre), construyó el primer camino pavimentado (“Camino Blanco”, sobre Boulevard Brown) y la Avenida Centenario de 1810. Mediante su gestión Victoria obtuvo subsidios nacionales que permitieron pavimentar numerosas calles, además de aquellos que fueron destinados a instituciones sociales, culturales y deportivas. Al fundar la Escuela de Comercio, dio una nueva orientación a la educación, limitada hasta entonces a la formación de maestros normales, y creó un futuro distinto para la juventud. Esa cantidad de obras ejecutadas por ingenieros venidos de Buenos Aires y mano de obra contratada en el pueblo mismo, ayudó a paliar la aguda crisis vivida a fines de la década de 1930. Durante el primer Gobierno del Gral. Perón fue nombrado Embajador Argentino en España (1947). Fue su último cargo público. En 1949 regresó a Victoria, donde falleció el 25 de septiembre de 1956. Está sepultado en el panteón familiar de nuestra necrópolis. El 26 de septiembre de 1991 –con la sanción de la Ordenanza respectiva– el Concejo Deliberante lo declaró “Benefactor de Victoria”.
(La nota completa en La Semana)
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