Los benedictinos en Aránzazu

En el acto se recordará al padre Ángel Veronesi, último párroco benedictino de Aránzazu, recientemente fallecido.
Como se recordará, la relación entre los benedictinos y Aránzazu no comenzó de la mejor manera, ya que el entonces párroco Ciro Placo se oponía a la instalación de la abadía, hasta que su deceso -según lo que podría definirse incluso como el mito fundacional de la sede monacal de las siete colinas- dio lugar a que la orden de San Benito se hiciera cargo del curato a principios de agosto de 1899, informando la novedad a Belloc, desde donde llegaron los monjes a Victoria (de ahí que la mayoría tuviera apellidos vascones), con un telegrama de cuatro palabras: “Cure mort, moi cure”, lo que abrió camino a la instalación de la abadía que luego, por otra circunstancia “milagrosa”, recibiría el nombre de Niño Dios.
Desde entonces, y durante poco menos de un siglo, la guía espiritual de las siete colinas estuvo a cargo de la orden cuyo lema es “Ora et Labora”.




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