Veronesi fue el último párroco de Aránzazu perteneciente a la orden benedictina, responsabilidad que desempeñó durante casi tres décadas en las que su personalidad, cargada de una sabiduría simple y profunda, marcó a la feligresía de las siete colinas de una manera indeleble.
Todavía se recuerdan conceptos como “la familia que reza unida permanece unida”, y su extensa labor no sólo en la ciudad sino también en las islas y el campo, siendo factotum de numerosas vocaciones sacerdotales que surgieron en nuestra ciudad.
Durante su curato favoreció, entre otras cosas, el desarrollo de los Carismáticos en las capillas locales.
Foto: gentileza Celso Rendos
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