Halloween… costumbres vs. costumbres

Ajena a nuestras tradiciones católicas y latinas, la fiesta se enraíza en la mitología céltica a partir de la sincretización con el cristianismo, convirtiendo la antesala del Día de Todos los Santos en algo así como la noche en la que el mundo de los muertos y de los vivos entran en contacto. De ahí la costumbre de que los niños salgan disfrazados de “espantos” (demonios, esqueletos, zombies, monstruos…) a pedir golosinas a cambio de no “asustar” a los pobres mortales.
O sea, si quiere sumarse al juego (porque en definitiva de eso se trata), la recomendación es que compre algunos caramelos y los tenga a mano esta noche para entregar a los “engendros maléficos” de baja estatura y voz finita que esta noche deambularán (como en algunos barrios lo hicieron anoche) por las calles de la ciudad, golpeando puerta tras puerta, amenazando con “dulce o truco”.
Cuestionamientos
No son pocos los que identifican esta fiesta como una invasión cultural y religiosa.
Seguramente es una discusión que no deja de tener argumentos sólidos en uno u otro sentido.
Lo cierto es que los más interesados en aprovechar esta fiesta son los niños.
Custumbres
Uno de los principales argumentos en contra de este festejo es que no forma parte de nuestras costumbres, lo cual es absolutamente cierto, pero no puede dejar de notarse que las “costumbres” tienen una dinámica en la que constantemente se apropian de lo que alguna vez fue ajeno.
Así, por ejemplo, sólo por hablar del siglo XX, en una rápida revisión podemos incluir entre las costumbres importadas el árbol de Navidad, Papá Noel y los huevos de Pascua, pero no son las únicas.
Hoy existe una tendencia a “universalizar” otras fiestas importadas como San Patricio, el oktoberfest, San Valentín…
Entonces, es muy fácil encontrar entre quienes critican Halloween a personas que ponen nieve artificial en sus pinos de plástico cada 8 de diciembre (a fecha, incluso, es una clara adaptación del rito boreal a las costumbres criollas, ya que lo relaciona directamente con la fecha en que la tradición católica arma el pesebre), o mujeres que le hacen un berrinche a su novio o esposo si el 14 de febrero no le regala, al menos, un chocolate, sin importar que haga 40 grados a la sombra y esté todo derretido.
De todas maneras, este tipo de sincretismos y adaptaciones de elementos extranjeros a la cultura local (que no es patrimonio exclusivo de los argentinos, ni mucho menos) se observa en varios órdenes de la vida. Baste mencionar que en los últimos años el gran “templo” del folklore nacional, Cosquín, ha abierto espacios a lo que alguna vez fue considerado el gran enemigo de la música argentina: el rock.




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