Este domingo la Banda de Música Sebastián Ingrao festeja 150 años de historia con un espectáculo en Plaza San Martín con músicos invitados.
Pero esta banda no lleva ese nombre por casualidad, o imposición. Lo lleva por convicción ya que Sebastián Ingrao, que en junio se cumplieron 41 años de su fallecimiento fue la figura más trascendente de la historia de la Banda Municipal.
¿Quién era Sebastián Ingrao?
Este hombre ingresó en 1923 como bombardino solista bajo la batuta del maestro Callela. Poco tiempo después lo nombraron segundo maestro, y al jubilarse el entonces director Enrique Amore, Igrao quedó a cargo de la Banda. En 1930 se sumó como docente en la escuela hogar municipal Justo José de Urquiza, establecimiento que dirigió desde 1933. Tanto en la dirección de la banda como en la de la escuela de música, Ingrao estuvo hasta su fallecimiento el 21 de junio de 1981.

Una historia particular
La historia de Ingrao también es otra historia más de un emigrante dispuesto a “hacer la América”. Había nacido en Montedoro, un pueblito de montaña en la siciliana Caltanissetta, el 1° de mayo de 1893. Con un poco más de suerte que varios de sus pares que decantaban en el trabajo de las minas de azufre, Sebastían pudo tener a la música como amiga aprendiendo sus primeras armas de muy niño. Luego en una localidad vecina a su pueblo, aprendió solfeo, teoría y ejecución de instrumentos de viento –trombón y bombardino- y a los 17, becado por el maestro Michele Giannonne, se trasladó a Palermo para estudiar armonía y composición con el profesor Salvatore Russo.
En 1913 se incorporó al ejército Italiano, combatió en el frente austriaco durante la Primera Guerra Mundial con el grado de sargento primero y al finalizar la contienda, se trasladó al norte de su país para desempeñarse como director de la banda militar de Bolzano, una localidad de Tirol Italiano donde permaneció hasta 1922. Cuenta “el Negro” Campos en diálogo con la Semana en Uno que una de las cosas que más le impresionó fue verle las marcas que la guerra había dejado en sus brazos cuando ejecutaba alguno de los instrumentos. Ingredientes de la vida que se combinan para hacer a un gran ser, por un lado la amargura de la guerra, por el otro, la dulzura de la música.
Pero su destino, como el de tantos por aquellos años, lo tentaba a volar, y junto a otros músicos emigraron a la Argentina, radicándose primeramente en Rosario del Tala, luego Nogoyá, y posteriormente en Victoria donde llegó en el año 1923 para no irse más. Quizá esta ciudad le ofrecía un panorama más familiar: una ciudad sobre la colina como era su Montedoro organizada sobre el “Monte Octavio”, el ríacho no era tan distinto al río que atravesaba sus recuerdos infantiles, y la Plaza San Martín no era tan distinta a “Piazza Umberto” donde el ayuntamiento se encontraba con la iglesia, la comunidad agrícola, los campos de trigo donde se podía respirar a pulmón lleno la frescura…, era como estar en casa.

Como no asociar su vida a la de un árbol de frutos generosos, si como resultado de su tarea docente –ejecutantes de todos los instrumentos- se destacaron en importantes formaciones musicales del Ejército, Aeronáutica, Gendarmería. Prefectura y de las policías provinciales, y hasta en estrados más exquisitos como el mismo Teatro Colón, la Filarmónica de Buenos Aires, y la Sinfónica Nacional de Buenos Aires . Abel Larrosa fue Primer Trombón de la Filarmónica de Berlín.
El maestro enseñaba a ejecutar todos los instrumentos de la banda: los bronces –trompeta, corno, trombón barítono, tuba, saxos- y las maderas –clarinete, requinto, flautín, flauta y oboe- y toda la música que tacaba la banda estaba instrumentada por él.
El 4 de marzo de 1919 se realizó con un repertorio selecto con obras de Tchaikovsky, Mozart, Verdi, Strauss, entre otros clásicos. Aunque tampoco estaban ajenos los temas populares.
Se jubiló en la década del 50, pero siguió contratado como director de la banda hasta su muerte.
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