La historia oficial es sabida, la Guerra de las Malvinas o Conflicto del Atlántico Sur fue un enfrentamiento bélico entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y tuvo lugar en las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, fecha del cese de hostilidades y rendición incondicional de las fuerzas argentinas.
Y es por aquellos días, mientras corría el mes de abril de 1982 en la República Argentina, cuando desde otro continente una Dama de Hierro invadió sin miramientos nuestro ser nacional, llegando ese incontenible afán de destrucción de aquella señora inglesa hasta las colinas entrerrianas, arrebatando un alma que durante 17 años caminó la Victoria de los años 70, su nombre Juan Ramón Turano.
LA SEMANA habló con el hermano de nuestro protagonista de hoy José María Turano, quien relata y nos abre un velo de veracidad respecto de tantas versiones tejidas a lo largo de los años, sobre el fallecimiento de juan Ramón.
– ¿Cómo era Juan Ramón?
– Mi hermano era genial, muy querido por todo el mundo, todos lo recuerdan con cariño, compañero, inquieto, andador y emprendedor.
Comenzó relatando así José María al recordar a su hermano menor, destacando que si bien era un gran aficionado a los fierros y la mecánica, un día cualquiera, charla familiar mediante, un tío le habló de la Armada y de sus maravillosos viajes por el mundo, lo que provocó en Juan una imperiosa necesidad de querer hacer lo mismo, por lo que se decidió a inscribirse en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Recordando a Juan Ramón por las calles de Victoria
Su nacimiento fue en los albores de la primavera de 1965, un 29 de septiembre ; en su infancia escolar correteó por los pasillos del Colegio Nuestra Señora del Huerto y del Instituto John Fitzgerald Kennedy, para despuntar luego el vicio de la adolescencia en la Escuela Técnica.
Pero fue esa charla familiar que le marcó tanto, que cambió el rumbo de su vida.
“Juan Ramón luchó mucho para entrar, le costó, incluso recuerdo cuando yo mismo lo llevaba a Concordia a rendir, para poder entrar a la Escuela de Mecánica de la Armada. En verdad fue una carrera sacrificada”.
Pero tal esfuerzo dio sus frutos, ya que llegó a Suboficial; aunque la vida no le permitió descansar en el triunfo, puesto que al mes de recibido se desató el conflicto bélico de Malvinas…..y tuvo que hacer presencia.
Un jovencísimo marinero en las “Falkland”
Jose María continúa su relato, “justo cuando se recibió, se desató el conflicto al mes y ahí los mandaron a ellos a Puerto Belgrano donde había dos fragatas, la Bahía Suceso y la Bahía Paraíso que eran buques que navegaban en los canales de la isla manejados por la tripulacion mercante, no eran militares, quienes al desatarse el conflicto abandonaron todo y es ahí donde los envían a mi hermano y a muchos de ellos”.
Aclarando que tales barcos tenían como misión el aprovisionamiento de todo tipo y medicamentos, pero al desatarse el conflicto bélico toda la tripulación hizo abandono, por lo que ellos tuvieron que estar ahí y al ser atacados la embarcación quedó totalmente averiada.
“Si no hubiesen tenido que parar el barco por las averías, tal vez hoy mi hermano no habría muerto”, sentenció.
– ¿Qué hay de tantas versiones que a lo largo de todos estos años circularon sobre el deceso de tu hermano?
– Hubo un momento en que dijimos basta ante tantas cosas que nos llegaban de distintos costados. Mi hermano murió en tierra en las Malvinas y te digo más, yo estuve en el cementerio donde está identificada su tumba e incluso yo llevé una plaqueta del gobierno.
Y la verdad llegó, el día menos pensado
Durante algunos años Fabiana, abogada de profesión y la menor de los tres hermanos Turano-Lalli, insistentemente era buscada por un señor de nombre Alejandro Diego, ex combatiente, que decía tener que contar algo respecto de Juan, ya que ella estuvo vinculada laboralmente con los veteranos de Malvinas, en sus años de vida laboral en Buenos Aires.
Finalmente lo escucharon, más exactamente hace un año y medio, reunidos todos con el invitado y su familia, contenidos bajo el aire y la brisa de Antelo…así fue como aquél sábado, asado mediante escucharon el siguiente relato, que sanó sus vidas, llenas hasta el momento de la incertidumbre, de cómo había sido la partida de aquel marinero victoriense.
“Era una fría noche del 26 de mayo de 1982, pleno combate, en tierra, en Bahía de los gansos, cuando Juan Ramón y Alejandro Diego, dos casi adolescentes argentinos que defendían la celeste y blanca escondidos en un pozo o cueva salieron con sus fusiles y con toda la furia a devolver esquirlas, ante un bombardeo voráz y avasallante de las fuerzas aéreas inglesas…..tal vez esa inconsciencia juvenil de Juan hizo que de repente esas luces y fogonazos de ataques pudieran con él y se cayera para siempre”….
Fue el relato necesario y definitivo, contado en familia por este actual ingeniero porteño que estuvo junto al hijo de Juana en sus últimos momentos. Fue sanador para todos, por un lado para que la reconocida y querida familia Turano pudiese cerrar una etapa crucial, eje y movilizadora de su más intimo seno y por el otro, para soltar al universo las palabras con que Alejandro Diego se presentó ante ellos, “por favor yo necesito contarles algo, no puedo irme de esta vida sin contarles que yo estuve con Juan Ramón cuando murió”.
Aquella Avenida Libertador que recordarán por siempre
“Nunca me voy a olvidar una vez que fuimos con Papá, Mamá, mi hermana y yo a verlo a Buenos Aires, salió vestido con su traje y acercándose a nosotros se le voló el birrete por Avenida Libertador, frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, esa fue la última vez que lo vimos a mi hermano”…luego historia conocida, pero cerrada y sanada; sobre todo para que de aquí en más Juan José, Esteban, Emiliano y Camila puedan recordar en paz a ese tío que no conocieron, pero que fue un héroe.
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