En 1948, los futbolistas argentinos estallaron en reclamo de mejores salarios. Es que a la mayor parte del negocio se la quedaban los clubes. En consecuencia Futbolistas Agremiados Argentinos planteó la huelga y nada menos que durante la presidencia de Juan Perón. La entidad sindical decidió detener el campeonato a falta de cinco jornadas como protesta por pagos atrasados a los jugadores. Además pedía la mejora de las condiciones en los contratos.
La cara visible de la reivindicación gremial fue la estrella de River Plate Alfredo di Stéfano. “No era un asunto que le afectara de manera particular ya que su salario estaba muy por encima de la media. Convencido de que era un esfuerzo justo y encaminado a un fútbol en el que el futbolista fuera el dueño de su deporte, no dudó en liderar la protesta”, describe el sitio pumpingironmag.org que da profusos detalles de aquel conflicto, el primero de corte gremial en el gobierno peronista.
El conflicto se prolongó durante meses e hizo temer que pudiera afectar al siguiente campeonato. Desde la Casa Rosada se dio orden al ministro de Comunicaciones, Oscar Nicolini, que se pusiera al frente de la negociación. Eva Perón también intervino. Ese mismo año, 1948, abrió la inscripción de los campeonatos de fútbol Evita que involucraron a más de 200.000 niños argentinos.
Así empezó la primera gran crisis del fútbol profesional que terminó con los mejores jugadores, o los mejor pagos por ser precisos, emigrando del país hacia Colombia y España como destinos preferidos. Los menos dotados se fueron a jugar a Uruguay e incluso Chile. Es que Perón firmó un decreto para establecer que ningún futbolista podría ganar más que el salario del presidente de la Nación. Hoy en día el de Mauricio Macri es de 173.000 pesos. Entonces hubo quejas, pero el fútbol no murió. Al contrario, los campeonatos se siguieron disputando y las canchas aparecían colmadas, lo mismo que las audiencias radiales de entonces, que seguían capturando la atención de las mayorías.
Hoy, la crisis del fútbol tiene otro origen y causas. Los clubes, menos una minoría, están fundidos, los jugadores de Primera no juegan por menos de 150.000 pesos al mes y la fuente de financiamiento, el Estado, parece haberse secado. En peligro de extinción están los ingresos de representantes, empresarios, dirigentes, periodistas y, obvio, futbolistas. Pero el fútbol no morirá. Simplemente se recreará en otras figuras y formatos.
Es claro que el presidente Macri no es Perón y que pasaron casi 60 años del suceso que resolvió el general con mano firme. Sin embargo es definitivo que el fútbol tal y como lo conocemos ahora está cerca de cambiar. Lo único seguro es que la gente seguirá amando a sus colores, entre quien entre al campo de juego y transmita quien transmita. Es cuestión de patear el tablero y poner condiciones más ajustadas a la realidad; con una consigna: mantener la accesibilidad al deporte más popular de la Argentina. Porque el fútbol podrá perder audiencia por la impericia de sus dirigentes, pero jamás perderá a los hinchas, los verdaderos protagonistas de esta historia.
RESUMEN DEPORTIVO