Día del canillita

Victoria es una de las ciudades donde la gente esta informada de los temas locales.  Los receptores de radios permanecen encendidos  todo el día, tanto de am como de fm, el informativo local en el canal de cable tiene máximo nivel de audiencia, las páginas digitales con fotos y noticias de la ciudad son permanentemente consultadas, y a pesar de eso, el que más o el que menos, recibe algún diario o semanario en su casa.

Prensa Libre, La Tarde, La Mañana, y Crisol, tuvieron canillitas que llegaron a vocear las noticias, pero con la llegada de la AM (Lt39) en 1972, esto empezó a perder sentido, y las voces de estos trabajadores se limitaron a un simple “diario”. Igualmente la tarea clave siempre fue la distribución de las publicaciones, principalmente diarios, lo que los convertía (y convierte) en piezas claves del éxito o fracaso de los periódicos.  Es por eso que los niños, fueron dejando lugar a los jóvenes, y luego a los adultos que eran disputados por los distintos puestos de revista, porque su responsabilidad y agilidad en hacer llegar los diarios por debajo de la puerta les garantizaba la satisfacción del cliente.

Sebastián Nievas 

Alfredo Sebastián Nievas sabe cuándo cobran en la casa, a qué hora la puerta  de calle queda sin llave, y puede entrar sin ser visto o escuchado sin problemas en varias viviendas. En un hogar como tantos con necesidades, la oportunidad le ofreció varios caminos, pero él eligió ser “canillita”. Hoy pisando los cuarenta, se “banca” con su bicicleta los caprichos del terreno poco amigo de subidas y bajadas de Victoria, y asegura que “no cambia por nada” este oficio que abraza con alegría desde hace más de 20 años. “Conozco gente, hago amigos, y me salen permanentemente changas con las que ayudo a mi vieja”, cuenta Sebastián que hoy es uno de trabajadores de casa Colman, uno de los principales distribuidores de diarios y revistas de la ciudad. Como tantos niños, comenzó haciendo los mandados en una librería de calle San Miguel casi Irigoyen. Después ayudaba a ordenar los útiles,  comenzó llevando las publicaciones a algunos clientes y se convirtió casi sin darse cuenta en canillita. “A las ocho llegan todos los diarios a Victoria y comienzo a repartir hasta las dos de la tarde. Como a las cuatro salgo nuevamente con mi bolsita hasta completar la distribución”, cuenta orgulloso de su sacrificio. El oficio exige memoria para recordar el recorrido, y los horarios de cada familia. Cuando puede ir a cobrar, y recordar los gustos de los lectores para avisarle cuando llegaron sus revistas preferidas. “Antes al El Gráfico y Gente no había con qué darle. Hoy Pronto, Cara y Gente son las más leídas, junto con Clarín, Nación y todo lo que sea local”. Es tal la confianza que le tienen algunos clientes que le dejan la puerta sin llave y en dinero sobre la mesa. Sebastián entra sin hacer ruido, se cobra, deja el cambio, los diarios y se va por donde vino.  Vestigios de una época de gente mateando en la vereda, de niños despreocupados jugando hasta la noche, y de rejas pensadas como decoración, nunca como seguridad.  Sebastián también parece formar parte de ese cisma en el tiempo, gente de ambiciones moderadas, y dispuesta a dar una mano. Que aman la vida que le toca vivir y agradecen a Dios el destino de ser, en este caso,  Canillita.

Día del Canillita

El Día del Canillita empezó a festejarse hace 69 años, el 7 de noviembre de 1947, en memoria de la muerte del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez, autor de la obra teatral “Canillita”, cuyo personaje central era un chico que voceaba diarios por la calle.

La primera vez que en la Argentina se escuchó vocear a uno de ellos fue el 1° de enero de 1898: “Compre La República”, “La República, a medio peso”, gritaban, para asombro de los transeúntes.

El diario, que había aparecido ese día en Rosario, fue fundado por Lisandro de la Torre, que acababa de distanciarse de la Unión Cívica Radical (UCR). De la Torre le confió la dirección del diario a Manuel Bilbao, que ideó esa forma de venta directa. Hasta entonces, los periódicos se repartían por suscripción a través del correo, lo que llevaba a leerlos con atraso, a menos que se los buscara en la imprenta.

A Bilbao se le ocurrió que la venta ambulante sería un buen negocio para la empresa -el chico cobraba menos que el correo- y para el lector, quien recibiría el diario en el acto y más barato.

Tan grande fue el éxito, que la competencia copió el sistema de inmediato. Así -en razón de la miseria imperante- surgió un nuevo oficio, aún sin nombre, conformado por cientos de niños y jóvenes que se ofrecían a vocear los títulos en la calle para vender la noticia fresca, con tal de arrimar unos centavos al hogar.

Para acortar el recorrido y llegar antes, los chicos viajaban colgados de la parte trasera de los tranvías: trepándose, llegaban rápido al centro, donde a la salida del teatro y del cabaret las ventas se multiplicaban.

Homenaje a Florencio Sánchez

¿Quién les puso el nombre de “canillitas”? Lo decidieron ellos mismos en 1947, en honor a Florencio Sánchez, nacido en Montevideo un 17 de enero de 1875, quien así los había bautizado.

 

El Día del Canillita fue fijado para el 7 de noviembre, fecha de la muerte del escritor. Perseguido en Uruguay por sus ideas políticas -era anarquista- Sánchez recaló en Rosario, donde en 1902 asumió como secretario de redacción de La República, donde duró poco, ya que cuando los trabajadores del diario entraron en huelga, él adhirió también.

Posteriormente fundó junto a otros colegas el periódico La Época y escribió una nueva obra teatral llamada “La gente honesta”, en la que se burlaba de un personaje del gobierno local. Su estreno fue prohibido y Florencio, perseguido y apaleado en plena calle, mientras los ejemplares de La Época que anunciaban el texto de la obra se vendían como pan caliente.

 

 




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