Durante décadas miles de victorienses debieron dejar estar romántica ciudad de subidas y bajadas para enfrenar otros destinos en busca de trabajo o por estudios. Cuando el puente Victoria – Rosario todavía era un verso de los gobiernos de turno y la internet un idea de Ciencia Ficción, la radio lt39 era ese lazo que nos unía a nuestra familia. Tal vez era solo una sensación, pero allí nos enterábamos de las noticias locales, escuchábamos nuestra música, y el mate no era tan amargo, radio de por medio.
En esa famosa “magia” de la radio, las imágenes de los locutores, al que imaginábamos todos de manera distinta, ensamblando el rompecabezas con pistas, no siempre reales que daban a cuentagotas los conductores de los programas: si eran altos, si usaban bigotes, si tenían buen humor… , se completaban con su voz. Una de esas voces es la de Mario Antonio Flores Delgado, que efectivamente tenía bigotes (como para revelar el misterio, si es que existía) y que durante cuarenta años fue la señal auditiva cuando recorríamos el dial con la perilla, que estábamos debíamos en el 980. Después de cuatro décadas siendo la voz de los informativos de la mañana, Flores se acogió al beneficio de la jubilación, por lo que la radio perderá a la histórica voz, aunque Mario asegura que es su intención seguir relacionado al medio, aunque ya sin el compromiso que durante décadas lo obligó a levantarse a las cinco de la mañana.
Su carrera le permitió ver todas las etapas de la radiofonía local: desde los inicios mismos de la 39, donde conoció a Guido Anghilante, el esplendor de los estudios de calle Matanza 18, fue locutor de radioteatro, conoció la vieja forma de llegada de la información a través de la Teletipo, hasta los tradicionales servicios informativos, y la internet, convivió con la explosión de las Frecuencias Moduladas y vio pasar la fiebre de la alta fidelidad, y el resurgimiento de la AM. Vivió la radio 100 por ciento en vivo, la grabadora de cinta, los casette, los cd, hasta el arribo de la digital. La tecnología no lo abrumó, y por eso guarda en su carpeta de antecedentes nada más, ni nada menos, que “una vida de radio”.
Desde La Semana nuestro más caluroso reconocimiento para el este locutor que durante tantos años acompañó, tal vez sin pensarlo, a todos aquellos victorienses esparcidos por el mundo, y a los que cotidianamente se informaron con su voz.
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