La Infalible

El texto de la crítica, publicada bajo el título “Una trilogía digna de ver”, es el siguiente:
Con Sort Sol se inicia este cierre de temporada del Ballet Contemporáneo, un programa conformado por obras de cuatro coreógrafos jóvenes, aunque no nuevos; son creadores de más de 40 que, en su variedad de estilos, mantienen sin embargo ciertos rasgos en común de esa generación que conoció el ejercicio de la composición desde etapas tempranas de su desarrollo y que maneja con parecida energía y sentido del swing un ostensible gusto por las alternancias de lenguaje.
Aunque la idea inspiradora de Ana Garat y Pilar Beamonte en el inicial Sort Sol se nutre de la metáfora de una bandada de estorninos (pájaros que vuelan en formaciones homogéneas), el penumbroso panorama visual podría sugerir un firmamento con una suerte de arácnido espacial proyectado, que se va acercando a una humanidad expectante, alineada en el fondo. La oscilación de los cuerpos, el gris de la indumentaria, el sonido electrónico y la ambientación “sideral” remiten inevitablemente al canónico Stelle, de Oscar Araiz. Pero pronto irrumpen ritmos como de una disco, cambian la luz y la energía, y se impone una pulsación propia.
Con su dinámica fluida (abundancia de carreras con portés “al paso”), la pieza rezuma agilidad visual, pero se queda en eso, sin una estructura clara que, luego del girotondo grupal, diseñe una parábola orgánica de cierre.
El vestuario de Cuerpo sutil (diseñado por Catalina Rautenberg) se insinúa como elemento dominante en esta pieza de Laura Roatta, la más experimentada coreógrafa de esta trilogía (de los cuatro autores, es la única con base de aprendizaje en el ISA del Colón). Coloridas polleras largas y amplias, de tela volátil, incitan al giro una y otra vez, sobre un tema de la inefable Meredith Monk. Después, un septeto de hombres en pantalones con “volados” ejecuta otros giros, de pero de tónica distinta.
Dentro de lo contemporáneo, es la pieza más “clásica” del programa, tanto en su estructura cuanto en su desarrollo y también en la raigambre acústica (la única) de la banda sonora. Una vibrante figura femenina en naranja-rojizo irrumpe en el septeto masculino, como si los esquivara en zigzag; alterna con ellos hasta que queda sola con uno: así, la infalible Sol Rourich compone con Lautaro Dolz un dúo, sobre un melancólico tema de Max Richter, en el pasaje acaso más convencional de la pieza, pero tan afinadamente concebido y ejecutado que se convierte en uno de los momentos bellos de la velada.
Respondiendo al título, la pieza de Gustavo Lesgart, Muta, desarrolla construcciones espacio-corporales que cambian de estructura, de forma, de diseño. De este modo, una parva humana de cuerpos apilados, mutatis mutandis se abre y deja ver los cuerpos alineados, para luego agruparse en círculo y emprender carreras con portés-en-trío. Una sucesión encadenada de estas figuras, enfundadas en un vestuario blanco semitransparente (Pablo Ramírez), desemboca en un intercambio de prendas. Después de tanto juego de armar-desarmar, es un acierto el efecto de concentración en una pareja unívoca.
Lesgart es, quizá, el coreógrafo de su generación que ha evolucionado con más coherencia, desde los días de su paso por Nucleodanza, El Descueve y De la Guarda. Su trabajo para este programa, al igual que el de sus otros tres colegas, es un aporte a la rigurosa y versátil compañía oficial que dirige Mauricio Wainrot y que consolida, una vez más, el prestigio de la danza.
Nuevo programa de ballet contemporáneo / Coreografías: Muta, de Gustavo Lesgart / Música: Diego Vainer; Sort Sol, de Ana Garat/Pilar Beamonte; música: Jorge Grela; y Cuerpo sutil, de Laura Roatta; música: Monk, Aikyo, Lang y otros / Iluminación en las tres obras: Eli Sirling; Ballet Contemporáneo / Dirección: Mauricio Wainrot / Teatro: San Martín / Funciones: sábado y domingo a las 17, hasta el 12 de diciembre.




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