Lo cierto es que nos guste o no, esta fiesta, mezcla sincrética, entre pagana y cristiana, entre sajona y norteamericana, llegó a estas tierras para quedarse, más allá de que seguramente en estas latitudes irá adquiriendo su propia impronta, como muchas cosas que llegaron de afuera y que hoy tienen -le guste a quien le guste, y a quien no- un sabor muy folklóricamente nuestro… como el carnaval.
Claro que el próximo 31 de octubre uno tendrá dos posibilidades: o compra algunos caramelos para regalarle a los chicos que sólo estarán divirtiéndose, o -de acuerdo a sus convicciones- decide no hacerlo. Es parte de la libertad a la que a veces pareciera que todavía no nos acostumbramos, y especialmente algunos no nos terminamos de acostumbrarnos a respetarla.
RESUMEN DEPORTIVO