El huevo y la tormenta

Apenas una semana atrás una tormenta de verano asoló varias localidades. En Victoria las precipitaciones superaron los 80 milímetros en al mayoría del departamento, y los fuertes vientos provocaron algunos destrozos, principalmente en viviendas precarias.

 

El día que murió un mito 

Sin embargo, desde hace más de cuatro años, más precisamente del 20 de octubre de 2012 la vida de los victorienses cambió. Ese día un fenómeno climático que incluyó vientos de más de 80 kilómetros por hora, una granizada de 10 minutos y 52 milímetros de lluvia, dejó montañas de granizo, calles y casas anegadas, y el desprendimiento de techos. El saldo fue de más de 100 viviendas afectadas,  900 usuarios sin luz, 50 mil hectáreas devastadas por el granizo en la zona rural, y un muerto. Esto puso fin al mito local que planteaba sin demasiado argumento, que las colinas cortaban las tormentas y nunca eran fuertes las tormentas en esta zona. Desde ese día, los autos de guardan inmediatamente cuando el cielo se pone negro, y nadie se queda en la playa esperando que pase el mal tiempo.

Reaparecen viejos mitos 

Pueblo tradicional si los hay, lejos de aceptar la realidad inobjetable del calentamiento global y el cambio climático, Victoria todavía guarda en su sociedad quienes creen tener “influencia” sobe el clima, y el temor a la naturaleza hasta ha revivido ciertas costumbres ancestrales para “cortar las tormentas”, o detener la lluvia.

Como es de esperar, en la zona urbana, donde abundan los pararrayos (de dudoso mantenimiento), estas costumbres no se ven tanto, más cruzando “el camino blanco”, nos podemos encontrar con un repertorio de acciones que muchos creían olvidadas.

Por los pagos de Laguna del Pewscado

A 20 minutos por la Ruta Provincial N° 11 se dirigió La Semana a encontrarse con las historias, y en el bar de Pancho Elías se las topó.

Irma Omar,  60 largos años, y  fiel oyente de Lt39, guarda como un tesoro un huevo de gallina que tiene desde hace tres años, y que asegura es el responsable de que no se produzcan tormentas fuertes en la zona. Cada vez que la tormenta se acerca, el huevo sale del armario, y tras realizar tres cruces en el aire es enterrado en el patio de tierra hasta que pasa el peligro, o en una ventana “sin que se moje”. Si bien no nos reveló todos los secretos, nos contó que la condición ineludible del poder es que la gallina lo haya puesto el 15 de agosto.

A esto acompañaría una oración que no nos comentó. Sin embargo una de las más populares para estas ocasiones es la siguiente: «Santa Bárbara bendita,/que en el cielo estás escrita,/con un papel en la mano,/derramando agua bendita./Si cae agua que caiga,/y si es piedra que se detenga ».

En la foto que ilustra la nota, “El Melli” Rodolfo Zapata, también tiene un talismán similar cuando el tiempo viene bravo y teme tapárselo lejos de casa.

Un poco de historia  

Alejandro Dumas escribió novelas memorables como “Los Tres Mosqueros” y “El Conde de Montecristo”, pero también novelas biográficas, cuentos infantiles, obras teatrales y memorias de viaje de Francia, Italia, Alemania, Argelia y Túnez. Tal vez de allí sacó material para un diccionario de cocina publicado en 1873, tres años después de su muerte, con el título el “Gran Diccionario de Cocina”. El escritor e historiador, Daniel Balmaceda en lo que es el libro más vendido de la Argentina del último mes “La comida en la historia argentina”, responsabiliza en parte a Dumas del mito del huevo que “corta” la tormenta. En esta publicación se aconsejaba aprovisionarse de huevos entre las dos festividades de Notre Dame, es decir, entre el 15 de agosto y mediados de septiembre (recordemos que a fines de 1800 no era tan fácil ir a comprar huevos al supermercado) y para su mejor preservación se recomendaba enterrarlo en ceniza de leña nueva, mezclada con ramas de enebro, laurel y otras plantas. En el campo esta previsión adquirió objetivos distintos, y el paisano comenzó a enterrar un huevo como talismán para detener la tormenta.

 

Plan B 

José Flores, tiene dos métodos para cortar la tormenta, aunque reconoce que su eficacia es relativa: una consiste en hace una  cruz con sal en el suelo y entierra un cuchillo en el centro, la otra es una variante pero con un hacha. Debe hacerse una cruz con la herramienta apuntando al cielo y se clava inmediatamente en la tierra.  Este último parece ser el más difundido, según lo que respondieron algunos vecinos de Rincón de Nogoyá, y Quebrachtios  tras una convocatoria del programa “Nuestra Vida”, que se emite por Lt39, aunque desde Febre alguien recomendó el machete en vez del hacha, y  María desde Fray Luis Beltrán aportó el dato que el huevo es solo para evitar el granizo, mientras que los filos son los adecuados para desviar la tormenta.

 

El día que todo falló 

En el mencionado bar, mientras recogíamos testimonios algunos recordaron un cumpleaños de 15 donde la lluvia torrencial obligó a interponer casi todas las acciones, oraciones, y rogativas, para parar el fenómeno meteorológico. Con los tablones instalados en el infinito patio, no había posibilidad de trasladar los invitados a ninguna parte. A medida que la tormenta se acercaba el cuchillo, el hacha, y el huevo hicieron lo suyo, pero no fue suficiente. Se usó entonces a un bebé con el que hicieron una señal de la cruz en el cielo, pero el clima no tuvo piedad del infante. Según recuerdan los parroquianos del bar, mientas se hacinaban en la cocina, el famoso huevo se hizo rodar por el patio para cortar las lluvia, pero no pudo detenerla. Se hizo necesario un “sacrificio”. Una mujer de la casa, debía “donar” su prenda más íntima, la que debía ser colgada en una soga, y si esto no resultaba ( y no resultó), debía ponerse un pan de jabón en el fundillo de la prenda.

Decíamos “casi todas las acciones”, porque la última alternativa era enterrar hasta el cuello al menor de los presentes, pero afortunadamente para el pequeño, se optó por suspender la fiesta antes de avanzar en herejías.

 

La lista sigue 

También se hicieron referencias a oraciones, campanadas, velas, peticiones a santos,  o combinaciones de ellas. Todo para evitar la descarga eléctrica mortal, la piedra, o el viento dañino.  Estas tradiciones y creencias, no son más que una pata ancestral de la eterna lucha del hombre para domar en vano a la naturaleza. Como decía el filósofo e historiador escocés, David Hume: “La naturaleza mantendrá siempre sus derechos y, finalmente, prevalecerá sobre cualquier razonamiento abstracto”.

 

Ricardo Cruz para La Semana




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